Una leyenda familiar que intentaba quizás justificar el destino toxicómano del escritor, afirmaba que siendo un bebé, Fitz Hugh Ludlow comió cayena en polvo de un pimentero tras escalar la mesa del comedor. Lo cierto es que, cuando ya tenía diecisiete años, este joven escritor neoyorquino comenzó a ingerir dosis diarias de unos potentes preparados de cannabis de mediados del siglo XIX, época anterior a la prohibición de los psicoactivos. Hoy en día es considerado por muchos como el símbolo de las virtudes y los posibles peligros del cannabis.
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