A mediados de los setenta, un escritor madrileño viajaba sin billete de vuelta al centro del dolor. No iba solo, lo acompañaba su hijo Francisco, un niño de apenas cinco años al que la leucemia se llevó por delante. Aquella pérdida quedó reflejada en un libro único e irrepetible en las letras españolas. Sin ser muy traducido, por la complejidad de trasladar su lírica a otros idiomas, y con el frío del silencio que rompieron las palabras. Francisco Umbral escribió Mortal y rosa (1975), un llanto que mutó en poesía.
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