«Libro prestado, libro perdido», dice un viejo refrán popular sobradamente conocido por todos los amantes de los libros. Es por eso que asociado al nacimiento del libro, a mediados del siglo XV, aparecen los primeros exlibris, inicialmente una estampa o grabado impresa, y más tarde cualquier etiqueta, rótulo o sello, que se colocaban en el reverso de la cubierta, en la tapa de un libro o en su primera hoja en blanco como marcas de propiedad y que contenían el nombre del dueño del ejemplar o de la biblioteca propietaria.
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