Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozosos arrastrados por la plenitud sin objeto; prefieren profesores de pupitre, críticos de ojos agrios, escritores de periódico, fabricantes, traficantes de ideas. ¡Los filósofos se han vuelto oficinistas! ¿En qué momento filosofan? Sólo citan a otros autores. ¡Su oficio es el de intérpretes! No dan crédito a sus propias ideas, a su propia inteligencia, y esto por sabiduría â"una sabiduría q ue yo no tengoâ": saben que carecen de ideas, que carecen de inteligencia.
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